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Alejarse de la escuela es una condena a pobreza perpetua

Alejarse de la escuela es una condena a pobreza perpetua

julio 05, 2023

Mantener a 7 hijos no es tarea fácil, y más si eres agricultor en un pequeño pueblo de Odisham, en la lndia. Ajay es el pequeño de los siete, aunque hoy en casa solo quedan él y sus dos hermanos adolescentes.  

Conocimos a este pequeño cuando se unió a nuestro grupo de defensa de los derechos de la infancia que impartimos a los niños y niñas de comunidades rurales para que sean conscientes de cuáles son sus derechos y de los peligros del trabajo y el matrimonio infantil. Nos reunimos tanto con los adultos como con los más pequeños para debatir los problemas a los que se enfrentan los niños y adolescentes de la aldea a la hora de acceder a la educación o en relación con su seguridad y bienestar, la atención sanitaria o cualquier otro asunto que les concierna.  

Pero para conseguir la atención de los más jóvenes, les proponemos actividades más lúdicas aparte de las reuniones, como el deporte, que es lo que más atrajo a Ajay y pronto se convirtió en un habitual de las reuniones. Empezó a participar en actividades deportivas, sesiones de habilidades para la vida, programas culturales y reuniones generales y con el tiempo, pasó a formar parte del grupo de adolescentes de su pueblo.  

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El padre de los chicos tiene una pequeña parcela de tierra para cultivar, pero es insuficiente para cubrir las necesidades de la familia, así que, junto a su mujer, le toca trabajar en granjas de otras personas del pueblo durante la temporada del cultivo de la cúrcuma. La familia lucha para llegar a fin de mes, pero la pobreza los ahoga.  

Aun así, los padres de Ajay saben lo importante que es que su hijo esté en la escuela y termine sus estudios, y por eso priorizan la educación de sus hijos ante todo. Su sorpresa fue cuando se dieron cuenta de que Ajay estaba faltando casi a diario a clase... 

Fue entonces cuando empezaron a atar cabos. Hacía ya un tiempo que se habían negado a darle dinero para comprarse ropa nueva y disfrutar con sus amigos de las navidades, una de las épocas preferidas de Ajay; no porque no quisieran, sino porque no lo tenían. "A veces me daba algo de dinero para los gastos de la casa. Cuando le preguntaba cómo lo conseguía, me decía que ayudaba a alguien aquí y allá con algún trabajo. Me decía que eran trabajitos puntuales y nunca sospeché que trabajaba a tiempo completo", nos cuenta su madre. 

Ajay se había puesto a trabajar... 

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Ajay, que quería cumplir su deseo como fuera, decidió buscar trabajo para ganarse la vida. Pensaba en buscar algo puntual, que le diera dinero para algunos días, pero el que encontró fue a jornada completa en una tienda de comestibles que hay de camino a la escuela. “El dueño aceptó contratarme y no se lo dije a mis padres. Trabajaba en la tienda durante el horario escolar: de 10 de la mañana a 4 de la tarde. Era un trabajo muy cansado y me regañaban mucho. A veces le daba pequeñas cantidades de dinero a mi madre inventándome historias sobre cómo lo conseguía. Al principio pensé en trabajar solo hasta Navidad, pero luego empezó a gustarme la sensación de ganar dinero regularmente y continué incluso después”, nos cuenta el pequeño.  

"Vivo en la extrema pobreza y trabajo muy duro con mi mujer para que mis hijos no tengan que trabajar y puedan estudiar. Nunca he querido que ningún hijo mío se quede sin estudiar. En el caso de Ajay, mi hijo menor, tengo grandes esperanzas, pero me resulta muy chocante saber que ha elegido trabajar y sacrificar el aprendizaje en la escuela”, nos contaba apenado su padre.   

El propietario de la tienda estaba contento de tener a Ajay, ya que tenía que pagarle menos que a un adulto, pero el trabajo era igual de duro. “Tenía que llevar sacos de cereales desde el almacén hasta la tienda, y pesaban mucho. Algunos días me dolían los brazos, pero no podía decírselo a mis padres. Tenía que trabajar para pasar unas buenas Navidades con los amigos", recuerda el pequeño. 

Pan para hoy, hambre para mañana 

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Ajay siguió asistiendo a la reunión de adolescentes, aunque con menos frecuencia. Esto es habitual cuando los niños se enfrentan a muchos problemas en casa. Sin embargo, un día un miembro del equipo Educo lo vio trabajando en la tienda de comestibles. Habló con el niño y se puso en contacto con el director de la escuela, que le confirmó el frecuente absentismo de Ajay. Cuando el equipo se reunió con los padres de Ajay para hablar de ello, se enteraron de toda la situación.  

El equipo de Educo le hizo tomar conciencia de cómo las ganancias a corto plazo desembocarían en una vida de trabajo y una pobreza perpetua. Las conversaciones con sus padres también le hicieron darse cuenta de que podía darse a sí mismo, y por tanto también a su familia, una vida mejor, solo si daba prioridad a su educación ahora.  

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Con el apoyo de sus profesores, retomó los estudios en octavo curso. Sin embargo, al perderse tantas clases, le costaba seguir sus estudios y su motivación siguió siendo un problema en los días siguientes. A veces volvía a faltar a clase porque no entendía nada. Pero el seguimiento regular para mantener su motivación y el apoyo de sus profesores le ayudaron a aprobar octavo curso. Hoy ya está en el noveno y disfrutando de sus merecidas vacaciones de verano.  

"Me doy cuenta de mi error y ahora estoy decidido a estudiar. Soy consciente de los problemas económicos de mis padres y quiero terminar mis estudios. Me gusta estar en la escuela, conocer a mis amigos y no tener que hacer trabajos pesados. Mi salud también está mejorando. He comprendido que la educación es la herramienta para construir mi futuro y cuando sea mayor quiero ser maestro", asegura Ajay.  

  

 


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educación , India , Pobreza , Pobreza infantil , Trabajo infantil

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